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Paradójicamente, es un concepto tan manido como ignorado. Es como mínimo curioso cuántas veces podemos referirnos a él durante un día y que no obstante a ello su naturaleza se resista a nuestra comprensión.

Tiempo, Pag.15

No faltan quienes les atribuyen a los sueños cualidades premonitorias (…). Sin embargo, no debemos dejar de considerar que nuestro cerebro durante el sueño simplemente “economiza” sus esfuerzos. Por ejemplo, si en un sueño situamos un personaje de nuestro pueblo natal cuya casa no conocemos, y la escena del sueño transcurre en su cocina, el cerebro apelará al registro más veloz que asocie pueblo natal-cocina y situará la escena en la cocina de la casa de nuestros padres donde vivimos por más tiempo.

Digresiones, Pag.25

Quedémonos con la idea de que el tiempo que hemos aprendido y asimilado consiste en la medición mediante mecanismos de la incesante transformación que tiene lugar en nosotros mismos y en lo que nos rodea, y recordemos lo que hasta ahora sabemos del tiempo:

​

Las masas ralentizan el tiempo.

La velocidad ralentiza el tiempo.

No sabemos qué es.

Tiempo, Pag.41

​La gramática que usamos para referimos al tiempo es la primera barrera que hemos colocado entre nosotros y su entendi­miento. El hecho de hablar del «paso del tiempo», del transcurrir, de su devenir, de que «el tiempo pasa» más rápido o lento, hace que nuestro cerebro deba recorrer un intrincado laberinto entre nosotros y su verdadera naturaleza. En medio de este laberinto se encuentran nuestra percepción, nuestra tradición y la forma en que ambos aspectos se han combinado y proyectado hasta el día de hoy. Aludir al tiempo en tercera persona y no ser capaces de percibirlo físicamente unido a nuestro humilde intento de do­minarlo con diferentes instrumentos de medición más o menos sofisticados a lo largo de los siglos, no ha ayudado a comprender lo que actualmente nos dice la ciencia: el tiempo pasa más lento… en ciertas condiciones.

Tiempo, Pag.43

De ese modo, durante este ejercicio otorgaremos a la expre­sión «perder el tiempo» un sentido literal. Olvidaremos que la usamos para describir un periodo que empleamos en algo infruc­tuoso y afianzaremos en la mente que cada uno de nosotros y cada partícula  posee un tiempo determinado y lo pierde progresivamente. Con mayor o menor resistencia, pero siempre se pierde y agota  , como una lucha con la muerte o el dinero en un casino...

Tiempo, Pag.45

Si existieran los «balnearios de alta gravedad» probablemente no tendrían mucho éxito. Lo cierto es que no encajarían con las motivaciones que nos empujan en la actualidad a realizarnos re­toques estéticos o tratamientos antienvejecimiento. Lo que nos mueve a esto es la vanidad, no el deseo de sobrevivir a los demás. Un viaje al futuro causaría precisamente eso: sobreviviríamos a nuestro entorno, pero sin haber acumulado las experiencias, sen­timientos y pensamientos que nos moldean y maduran. Tendría­mos la misma sensación que la que todos hemos imaginado que tendrían las personas que en las últimas décadas han acudido a la criogenización si en algún instante volvieran a la vida en el futuro.

Tiempo, Pag.55

Para tener la percepción de haber viajado al pasado se necesita «partir» desde el presente del lugar a cuyo pasado pretendiéra­mos viajar. Pero apreciando que todo y todos los que nos rodean en el momento de nuestra partida han ya “perdido” el tiempo que les ha llevado al estado en que los percibimos al iniciar nuestro viaje, y que , como ya hemos tratado, el segundo principio de la termo­dinámica nos recuerda que los fenómenos físicos son irreversi­bles, se vuelve obvio que nunca podríamos reencontrarlos en un estado anterior al que tenían cuando nuestra partida y, por tanto, de ahí deriva la imposibilidad de viajar al pasado.

Tiempo, Pag.56

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